Se cuenta que un hombre tenía junto a su casa un hermoso sembrío en el que habían crecido bellas las hortalizas.
Un día llegó por ahí un pícaro conejo y se comió absolutamente todo.
El campesino sembró nuevamente y, a fin de que no entrara el conejo, puso una cerca en su sementera.
La cerca no detuvo al conejo que hizo un orificio bajo la cerca y entró de nuevo tras las hortalizas que tanto le habían gustado.
El campesino, muy enojado sembró de nuevo pero puso una trampa para atrapar al conejo. Esta vez, ¡el conejo cayó! Lo encerró en una jaula y le alimentó de las más deliciosas yerbas.
El conejo engordó, estaba feliz de no tener que correr peligro para buscar su alimento; hasta que un día escuchó a dos pájaros que conversaban en un árbol cercano:
— Buen banquete que se va a dar el campesino en las fiestas. Comentaba el un pájaro a su amigo.
— ¿Por qué? ¿Qué va a comer este año?
— Está engordando un conejo que no para de comer y está muy gordo.
El conejo, a pesar de haber escuchado la conversación de los dos pájaros no dejaba de comer, pero, al mismo tiempo pensaba en cómo podía escaparse.
Un buen día vio al lobo que paseaba cerca de ahí. Empezó a quejarse:
— ¡Mi amo me da de comer solamente carne! A mí la carne no me gusta... Por eso me encerró en este lugar, para obligarme a comer la horrible carne. ¡Mi amo es muy cruel!
El lobo se sintió tentado y exclamó:
— ¡Yo entraré para comer esa carne!
El conejo respondió:
— Claro que sí, ¡pasa por favor!
El lobo abrió la puerta, entró al interior y ¡se quedó en lugar del conejo!
Al llegar el amo, y encontrar ahí al lobo, lo apaleó, enojado contra el pícaro conejo.
Moraleja: Muchas veces por la gula podemos perder hasta la vida.
Un día llegó por ahí un pícaro conejo y se comió absolutamente todo.
El campesino sembró nuevamente y, a fin de que no entrara el conejo, puso una cerca en su sementera.
La cerca no detuvo al conejo que hizo un orificio bajo la cerca y entró de nuevo tras las hortalizas que tanto le habían gustado.
El campesino, muy enojado sembró de nuevo pero puso una trampa para atrapar al conejo. Esta vez, ¡el conejo cayó! Lo encerró en una jaula y le alimentó de las más deliciosas yerbas.
El conejo engordó, estaba feliz de no tener que correr peligro para buscar su alimento; hasta que un día escuchó a dos pájaros que conversaban en un árbol cercano:
— Buen banquete que se va a dar el campesino en las fiestas. Comentaba el un pájaro a su amigo.
— ¿Por qué? ¿Qué va a comer este año?
— Está engordando un conejo que no para de comer y está muy gordo.
El conejo, a pesar de haber escuchado la conversación de los dos pájaros no dejaba de comer, pero, al mismo tiempo pensaba en cómo podía escaparse.
Un buen día vio al lobo que paseaba cerca de ahí. Empezó a quejarse:
— ¡Mi amo me da de comer solamente carne! A mí la carne no me gusta... Por eso me encerró en este lugar, para obligarme a comer la horrible carne. ¡Mi amo es muy cruel!
El lobo se sintió tentado y exclamó:
— ¡Yo entraré para comer esa carne!
El conejo respondió:
— Claro que sí, ¡pasa por favor!
El lobo abrió la puerta, entró al interior y ¡se quedó en lugar del conejo!
Al llegar el amo, y encontrar ahí al lobo, lo apaleó, enojado contra el pícaro conejo.
Moraleja: Muchas veces por la gula podemos perder hasta la vida.